Conversamos con la Dra. Luz Gomez Pando, investigadora y experta en granos y cereales de la Universidad Nacional Agraria la Molina, respecto a la evolución y situación actual de la quinua, y los desafíos que permanecen en el sector.
Dra., cuéntenos un poco respecto a la quinua y su importancia en la agricultura peruana.
La quinua es una especie nativa de la región andina, muy importante en la época incaica ya que podía cultivarse en altitudes donde el maíz, único cereal hasta antes de la llegada de los españoles, no crecía. Tiene características especiales que le permiten prosperar en suelos pobres, salinos y en condiciones climáticas adversas, especialmente en altitudes cercanas a los 4,000 metros.
La quinua es eficiente en el uso de recursos del suelo y ambiente, lo que le otorga un gran valor agronómico. Nutricionalmente, destaca por su balance de aminoácidos y contenido mineral, así como por sus aceites de alta calidad con omega beneficiosos para la salud, lo que la convierte en uno de los alimentos más nutritivos.
Desde la década de 2000, su valor económico ha crecido debido a los altos precios que alcanza en el mercado, superando incluso a cultivos como la papa. Esto la hace vital para la agricultura familiar en la sierra, una región con pocas opciones de cultivos de alto valor económico y exportación. Por ello, la quinua tiene un triple valor: nutritivo, agronómico y económico.
Como especie, se cultiva desde el nivel del mar hasta los 4,000 metros en Perú y Bolivia, y en los salares de Bolivia, Argentina y Chile, así como en los valles interandinos de Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia.
En este contexto, ¿qué desafíos viene enfrentando el pequeño agricultor?
La demanda creciente de quinua tuvo un impacto significativo en los pequeños agricultores. En décadas pasadas, la quinua era cultivada en pequeñas parcelas, principalmente como alimento, sin un mercado significativo. Sin embargo, con el cambio en los hábitos alimenticios globales, especialmente con el aumento de vegetarianos y veganos, la quinua empezó a valorarse como una fuente de proteína vegetal, lo que incrementó su demanda y mercado.
En la década de los 2000, el precio de la quinua aumentó considerablemente, alcanzando hasta S/. 15 por kilogramo en chacra, lo que incentivó a los agricultores a sembrar más extensivamente. Sin embargo, este incremento en la escala de producción trajo nuevos desafíos, como el manejo de algunas plagas y enfermedades, y problemas agronómicos. Al principio se hablaba de que la quinua toleraba todo, que prácticamente crecía sin recursos adicionales. Pero en realidad, ya viendo la siembra en extensiones mayores, empezaron a verse los problemas como la incidencia de las Eurysaccas (polilla de la quinua) que son las que causan mayor daño al grano.
Primero viven en el follaje pero a medida que la planta va desarrollando, pasan a la panoja y comen los granos. Se les llama «jona jona» porque dejan un polvillo en la panoja.
También, al inicio del ciclo vemos el complejo de noctuideos, es un complejo de cortadores de plantas tiernas. Estos se controlaban manualmente cuando las áreas eran pequeñas, pero cuando ya se empiezan a sembrar grandes extensiones (100-200 has), especialmente en la costa peruana, ahí surge el problema grave, ya que es hospedero de muchos insectos que afectan otras especies. Por ejemplo, Heliothis afecta a la quinua pero es un problema también en maíz en la costa.
Además, el cultivo en áreas como las Yungas y la costa peruana, los rendimientos eran bastante mayores. Con pocos recursos, la quinua da rendimientos de 900 kg en condiciones de agricultores del altiplano, pero esa misma variedad, con un manejo agronómico mayor, te da 7,000 kg. Sin embargo esta incursión en la yunga y costa se dio sin la rotación adecuada Podías ver campos de quinua en Arequipa, donde había cultivos en germinación, en crecimiento vegetativo, floración y granos, es decir, todas las etapas durante todo el año. Ello significó el acceso permanente a alimento por parte de los insectos, lo que propició el uso de pesticidas, pero con un manejo inapropiado lo cual resultó en la contaminación.
En mi opinión, el problema fue de manejo ya que no había una tecnología para su cultivo en nuevas condiciones ambientales. La producción en la costa enfrentó problemas adicionales debido a las altas temperaturas, que afectaron negativamente la floración y calidad de los granos, pues los agricultores no esperaban que la planta secara, la cosechaban con niveles de humedad muy altos, generando contaminación en los granos, estos quedaban manchados y sin brillo.
Todo esto ha hecho que el precio de la quinua y los rendimientos disminuyan, por lo que en la costa casi ya no se siembra, concentrándose más en las Yungas. En la sierra, los agricultores aumentaron las áreas de cultivo, sustituyendo papa y trigo por quinua debido a los altos precios, llegando a 10-12 soles por kilogramo, especialmente si es orgánica.
Este cambio llevó a un boom de siembra, pero también trajo problemas como el manejo de plagas y enfermedades, obligando a los agricultores a usar pesticidas y fungicidas también en esta región.
Además, la FAO promovió el cultivo de quinua en regiones afectadas por salinidad y sequía, lo que aumentó su adopción global y la competencia internacional. Este contexto impulsó el desarrollo de nueva tecnología y una mayor investigación sobre la quinua a nivel mundial.
¿Entonces todo este cambio en el mercado repercutió positivamente en el agricultor?
Por supuesto, el Dr. Valdemar Mercado de la UNALMM realizó investigaciones para conocer el cambio en las ganancias de los agricultores, e identificó que estas aumentaron en 100-200% en los años 2011 hasta el 2014. Luego ya empezó a disminuir en forma significativa los precio. En una etapa eran USD 7-8 en el mercado internacional, y actualmente estamos hablando de unos USD 2 aproximadamente, entonces a partir del 2015 es que empieza a descender el precio.
¿Pero este precio actual, igual es mejor que el que existía antes del boom?
Bueno, el problema del cultivo de quinua es que requiere un nivel de inversión significativo. Nuestros estudios mostraron que los agricultores apenas recuperaban lo invertido, con ganancias mínimas, excepto en el caso de la quinua orgánica, que obtiene un precio especial en el mercado por reconocer el esfuerzo del agricultor. En las décadas de 1980 y 1990, la quinua casi no se cultivaba. Un agricultor me dijo: «Para la cebada, solo necesito 200 soles, pero para la quinua necesito 500 y no los tengo, además, no hay mercado para venderla».
Es una cuestión de oferta y demanda. Me sorprendió ver cómo, en pocos años, la demanda de quinua y los buenos precios impulsaron un desarrollo increíble de tecnología. Este cambio ha beneficiado tanto a los agricultores como a toda la cadena de producción.
¿Qué avances hay en nuevas variedades y qué tan fácil es que el agricultor las use?
En realidad, las variedades de quinua que se usan actualmente fueron lanzadas en los años 60 y 70, y pocas nuevas se han liberado. Esto se debe a que no hay un trabajo sostenido en el mejoramiento genético, el cual requiere años de esfuerzo. Personalmente, he lanzado dos variedades: Rosada de Huancayo y Blanca de Hualhuas.
Estas fueron obtenidas por selección del material original de Junín. Comencé un programa de inducción de mutaciones porque la quinua, aunque valiosa, tiene defectos que corregir. Por ejemplo, las variedades de los valles interandinos son muy ramificadas, producen mucho follaje y poco grano, y tienen ciclos de vida largos, lo que dificulta su manejo en una agricultura mecanizada.
He trabajado en dos líneas importantes que espero sean liberadas pronto. Crear una nueva variedad lleva de 10 a 12 años. También dejé material pensando en las condiciones de la costa, realizando cruzas de quinua (Chenopodium quinoa) con Chenopodium berlandieri en colaboración con varios países, incluidos algunos de África. Estas nuevas variedades son tolerantes al calor, salinidad y sequía, y están en proceso de autofecundación para establecer las líneas definitivas.
Creo que el INIA está haciendo un trabajo similar, pero las nuevas variedades tomarán tiempo. En la Agraria, no tenemos los recursos económicos para acelerar el programa de mejoramiento, y muchos inversores no quieren esperar 10 o 15 años. Aunque concursamos en proyectos, es difícil obtener financiamiento para ese periodo. A pesar de los desafíos, seguimos avanzando y espero que se lancen nuevas variedades que se ajusten a las nuevas tecnologías.
¿Entonces las ultimas variedades que se han lanzado sí se usan, es decir hay buena recepción por parte del agricultor?
Hemos tenido experiencias con trigo y cebada, donde los agricultores han aceptado exitosamente nuevas variedades siempre y cuando no requieran un cambio en la tecnología actual. Si una nueva semilla ofrece un mayor rendimiento sin aumentar los costos o labores, la adoptarán. Estamos aplicando esta misma estrategia con la quinua, desarrollando variedades adaptadas a la tecnología existente.
Una vez que los agricultores acepten una nueva variedad de quinua, es muy probable que también adopten nuevas tecnologías asociadas. Al obtener mayores ganancias, podrán satisfacer sus necesidades y competir en el mercado, donde la calidad les ofrecerá mejores precios, incentivando aún más la adopción de nuevas tecnologías.
¿Cómo acceden los agricultores a la semilla?
Nosotros, como universidad, no tenemos un programa de difusión de semillas formal. Trabajamos directamente con comunidades y agricultores, quienes son muy receptivos. Les pedíamos terrenos comunales en alquiler y, a cambio, les ofrecíamos pagarles con dinero o semillas, y muchos preferían las semillas de nuestras variedades. Así difundíamos las nuevas variedades.
En el campo, también teníamos parcelas demostrativas. El día de la cosecha, repartíamos semillas a los asistentes. Con trigo y cebada, una vez que los agricultores conocían el valor de las nuevas variedades, les prestábamos semillas. Hay una tradición en la sierra central y sur donde, si prestas un saco de semillas, el agricultor te devuelve dos sacos en su cosecha. Esto nos permitía incrementar el número de semillas y prestar a más agricultores. Gracias a esta tradición, siempre hubo devolución y logramos difundir eficazmente las nuevas variedades de trigo y cebada.
¿Qué tan sostenible es el manejo del cultivo por parte del agricultor?
Haciendo una evaluación posterior, tuve la oportunidad de trabajar con un estudiante de Doctorado en la evaluación de la sustentabilidad del cultivo de quinua en Ayacucho, ahora uno de los departamentos más importantes en la siembra de quinua después de Puno.
Encontramos que la forma tradicional del cultivo ha desaparecido, adoptándose una
tecnología mixta que combina prácticas ecológicas con control químico de plagas y enfermedades. En Puno, una comunidad exporta quinua orgánica con éxito, logrando sostenibilidad en el cultivo. Aunque los precios de la quinua ya no son tan altos como entre 2010 y 2015, su importancia se mantiene porque los agricultores han encontrado un equilibrio para recuperar su inversión y obtener una ganancia.
Para poder exportar, especialmente a mercados como el de Estados Unidos, es crucial controlar el uso de pesticidas. Inicialmente, al sembrar quinua en grandes extensiones, surgieron problemas con los residuos químicos. Las primeras exportaciones a Estados Unidos fueron rechazadas debido a sus estrictas normas de cero residuos para cultivos nuevos.
Tuve la oportunidad de trabajar con el Consulado de Perú en Washington para abordar este problema. Gracias a estos esfuerzos, el gobierno peruano logró que Estados Unidos aceptara la aplicación de ciertos productos químicos en el cultivo de quinua. Esto fue esencial para demostrar que, al igual que otros cultivos, la quinua puede ser tratada con productos químicos de manera segura.
Ahora, recomendamos a los agricultores revisar la página de SENASA, donde se listan los productos aprobados para un manejo integrado. Este proceso ha permitido que los agricultores utilicen los productos adecuados y cumplan con las normativas de los mercados internacionales, facilitando así la exportación de quinua.
En general, es vital seguir investigando y adaptando el manejo agronómico de la quinua a estas nuevas condiciones. Lamentablemente, los programas de apoyo no suelen financiar estos estudios, enfocándose más en marcadores moleculares y otros aspectos. Sin embargo, es necesario investigar para optimizar la producción de quinua a gran escala.
Fotos:
Whitney Cranshaw, Colorado State University, Bugwood.org.
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